PERSONAJES:
Abuela de Valeria, Irving y Eduardo
Irving
Jorge Eduardo
Madre de Christopher
Valeria 13 años no estudia. Fue expulsada de la escuela por agresión en contra de sus compañeras. “Con reiterada violencia, presenta indicadores compatibles con características de trastorno disocial de la personalidad e inestabilidad emocional; autodesvalorización; sentimiento de inadecuación e inferioridad”.
Christopher: seis años. Le decían El Negro o El Negrito, medía un metro 23 centímetros, pesaba 32 kilos. La autopsia indica que murió por asfixia, estrangulación y por objetos contundentes. En el costado derecho de su cuerpo tenía 22 puñaladas; y adentro de la bolsa derecha de su pantalón, un carrito azul con el que solía jugar.
Alma Leticia: de 13 años, desconoce su fecha de nacimiento. Cree tener 12. No estudia. En su caso se diagnosticó inestabilidad emocional con rasgos depresivos, alto nivel de angustia y ansiedad, así como trastorno en el desarrollo por falta de estimulación en el hogar; además de indicadores de disfunción familiar y de omisión de cuidados.
Jesús David: de 15 años. Perfil sicológico: Trastorno de conducta
antisocial, inestabilidad emocional, sentimientos de inferioridad,
desvalorización, agresividad, impulsividad, tendencia sádica cruel, dificultad
y ansiedad para relacionarse con el medio y establecer relaciones sociales y
afectivas, y aplanamiento emocional sin existencia de una sana distancia entre
la fantasía y la realidad. Inadecuación hacia el medio que lo rodea, tanto en
el núcleo social como en el familiar. El joven no estudia, tiene actitudes
dependientes, huye de la realidad, manifiesta impulsos de hostilidad y
agresivos hacia los demás; inconsciencia moral, perturbación en las relaciones
personales, carácter cambiante con una actitud defensiva.
ACTO 1. LA MUERTE
NARRADOR:
Jueves 14 de mayo de 2015. Las 2 de la
tarde, cuando en una de las calles de la colonia Laderas de San Guillermo,
Valeria encontró a Christopher y le propuso que fuera con ella a tirar al
barranco a un perro moribundo que llevaba de una cadena. En el camino
encontraron a Jesús David, y a los hermanos de la niña: Jorge Eduardo e Irving.
Entre todos decidieron pasar por Alma Leticia a su casa para que los
acompañara. Llegaron al barranco, atrás del Cereso número 1 de Aquiles Serdán,
una zona conurbada de Chihuahua, y mataron al can, primero a pedradas, luego
con un cuchillo que llevaba Alma Leticia. Luego le pusieron la cadena a El
Negrito y empezaron a arrastrarlo.
CHRISTOPHER: “Les juro que no le diré nada a mi mamá,
pero, por favor, ya déjenme ir”
ACTO 2. LAS PESADILLAS
NARRADOR:
La madrugada del 14 de mayo, Jorge Eduardo no podía dormir y despertó a su
hermana para decirle que escuchaba la voz de El Negrito, que sentía miedo; se
tiró al suelo y confesó
JESÚS
DAVID: (Llorando) ¡Matamos al Negro! ¡Matamos al negro! ¡Los
cuatro lo matamos! Él solo nos había acompañado al arroyo a tirar a un perro.
NARRADOR:
Rato después, el niño llevó a las autoridades adonde estaba el negrito. Retiró
las ramas que colocaron sobre la fosa, de la que sobresalía un tenis.
ACTO 3. LA CONFESIÓN DE LOS ADULTOS
MADRE DE
JORGE EDUARDO: Mi hijo no está bien, tiene lagunas mentales. Por eso lo
traje a la fiscalía, nunca me hace caso. Y ahora, con estas pesadillas que
tiene.
ABUELA
DE VALERIA, IRVING Y JORGE EDUARDO: Ahí
están mejor atendidos que aquí en casa con tantas carestías. Fue David quien
los convenció de matar porque si no lo hacían a mis hijos también les iba a
pasar lo mismo. Los amenazó.
MADRE DE
CHRISTOPHER: (acomodando flores en la tumba de su hijo en el Panteón de
Aquiles Serdán. En el sepulcro contiguo está su esposo, quien falleció hace
tres años)
“No puedo entender aún cómo
pudieron ser tan cínicos de acompañarme a buscar a mi hijo, cuando ellos mismos
lo habían secuestrado, matado y enterrado. Pasamos horas y horas recorriendo la
colonia, ocupamos toda la madrugada buscándolo y ellos, los cinco, siempre
conmigo dizque ayudándome... Un perro siente más que esos niños. A mí no me
verán llorar porque no me gusta provocar lástima. Llorar no ayuda en nada. Yo
le prometí a mi hijo, el día en que lo estaba enterrando, que haría justicia y
así será. Mi vida dio un giro de 380 grados; tengo 25 años, mi esposo murió
después de tres infartos, teníamos seis años de casados, ahora mi esposo y
Christopher están uno junto al otro en el mismo panteón”. Sólo me sobrevive
otro hijo que tiene discapacidad intelectual y motriz. Esos niños tienen que
pagar por lo que hicieron; pero aunque pasen 20 años en la cárcel nunca van a
pagar lo que le hicieron a mi hijo. No me lo pueden regresar. Yo no estoy de
acuerdo con que los tres menores (uno de 12 y las dos niñas de 13 años) estén
en el DIF, y no en el Centro de Readaptación para Adolescentes como están los
otros dos. Sabían lo que hacían, lo tenían todo bien planeado. Mira que todavía
ayudarme a buscarlo y andar tranquilamente, como si no hubieran hecho nada,
hasta el sábado que uno de ellos confesó”.
Eran las
14:30 horas cuando salió a jugar. Christopher salía solamente a la esquina, no
se alejaba mucho de casa. A mí no me gustaba que jugara con Valeria, David,
Irving, Jorge Eduardo y Alma Leticia porque eran más grandes que él. Se lo
había prohibido. Le hablé a mi madre para decirle que no lo encontraba. Ese
jueves no detuvimos la búsqueda, sino hasta las 4 de la mañana; el viernes
empezamos desde las 6 de la mañana hasta las 12 de la noche, y el sábado fue
cuando uno de ellos confesó. Estoy totalmente en contra de que a los menores de
14 años los consideren inimputables; espero que el caso de mi hijo sirva para
mucha gente. Los menores que asesinaron a mi hijo deberán ser juzgados como
adultos, porque actuaron así y no como niños. ¿Por qué lo hicieron?... Quiero
saberlo. La casa está pintada de color naranja, el que más le gustaba a
Christopher; su padre tenía una troca de ese color. Yo ya no puedo entrar a
nuestra casa, conservo sus cosas, zapatos, sus pijamas, así como él los dejó.
Era un buen chavalito. Un niño alegre, sociable, le gustaba jugar con sus
amigos. En su cama quedó su sombrero, su máscara, su pijama. Yo cerré la puerta
de nuestra casa y las cosas ahí adentro se van a quedar como él las dejó. Cometieron
un delito muy grave.
ACTO 4: LA CONFESIÓN DE LOS NIÑOS
JORGE
EDUARDO: “Ese día en el arroyo jugábamos a ser sicarios cuando a Irving se
le vino en mente secuestrar a El Negrito, dijo que le traía ganas… El Negrito
empezó a llorar; le tapamos la cara con el hule de un paraguas que estaba en el
arroyo, Irving le dijo que se callara, porque si no lo iba a matar. Como no se
callaba le puso un plástico en la boca y un palo en el cuello. Él estaba en el
suelo. “Luego Irving se subió al palo y luego Valeria, porque estaba más gorda
y El Negrito todavía estaba respirando. Valeria dijo que todavía estaba vivo y
le empezaron a aventar piedras en la cabeza, Valeria le dio varias puñaladas
por las costillas con el cuchillo de Lety y de ahí lo empezaron a enterrar.
Lety me dijo que la ayudara a hacer el hoyo donde lo enterramos. Le eché
hierbas encima y nos fuimos cada quien para su casa, nos fuimos a bañar. La
cadena y el cuchillo que llevaban sangre de El Negrito y del perro los
limpiamos. A Irving le gusta matar perros. Dijimos que nos íbamos a ir a
Guachochi; ahí el tío de uno de nosotros es la mano derecha de El Chapo, y él
nos ayudaría a ser sicarios. Pero luego Tania, la mamá de El Negrito, fue a mi
casa como a las 11 de la noche y comenzó a preguntar si no lo habíamos visto. Teníamos
ganas de matar a Christopher”
VALERIA :
“Teníamos pensado privarlo de la vida. Irving y Jorge son mis hermanos y los
otros mis amigos. Irving dijo que si lo secuestrábamos, pero jugando y todos
dijeron que sí. Íbamos al arroyo a tirar un perro y a David se le ocurrió que
matáramos a El Negro; todos dijimos que sí y fuimos al escondite. Irving me
dijo que me subiera yo arriba del palo para ahorcarlo, porque estoy más gorda.
Irving dijo: ‘¡Déjenlo porque se está poniendo morado!’; pero David dijo que
no. Yo le amarré las manos, la cadena era mía, la traía de la casa. Cuando lo
acabamos de matar le pusimos la cadena en el cuello para que lo llevaran al
hoyo. Yo le encajé la navaja dos veces. Tenía mucho tiempo que lo queríamos
asesinar casi todos. Conozco a la mamá de El Negro, porque era esposa del primo
de mi mamá. No sé por qué lo matamos, se nos vino en mente, nadie pensó y todos
dijimos que sí lo hiciéramos.
ALMA LETICIA:
Íbamos al arroyo a tirar un perro. Iba un niño a quien le dicen El Negro. El
Irving dijo que si secuestrábamos a El Negrito, y yo le dije que no, pero
Valeria dijo que sí. Al perro lo mataron con piedras como al niño; yo al perro
solo le di una patada, al niño no. Le decían que se callara porque lloraba. Él
decía que no iba a decir nada. Yo traía un cuchillo que era de un vecino, se lo
pedí prestado. Lo acuchillaron debajo de las costillas. Valeria le dio con el
cuchillo en las costillas. David le tapó la boca con su playera. Valeria lo
amarró con una cadena y las manos con una cinta. Le empezaron a pegar con
piedras y le pusieron un palo en el cuello. Entre todos hicimos el hoyo y cada
quien se fue a su casa.
IRVING:
Yo le dije a mi amigo David, vamos a jugar a los secuestradores y pedir
rescate. A David se le ocurrió la idea de matar a El Negro. Todos dijeron que
sí. David dijo que lo ahorcáramos con un palo. Lo pusieron en el piso. David y
Valeria se subieron arriba de él. Mi hermana le encajó la navaja, porque David
le dijo. David le puso piedras en el cuerpo porque dijo que a lo mejor revivía.
David nos amenazaba porque toma vino y cerveza en su casa. David nos tiraba al
suelo y daba de patadas, nos invitaba a matar perros y a fumar mota, nos
obligaba a fumar.